A propósito de escritura y verdad
El 7 de julio de 1926, Rudyard Kipling recibió la medalla de oro de la Real Sociedad Literaria en un acto en el que pronunció un discurso titulado «Ficción». En aquel acto, al que acudieron escritoras de la talla de Marjorie Bowen o Vita Sackville-West, Kipling habló del arte y la profesión de la escritura. Entre otros aspectos, destaca la relación —o podríamos decir que justifica la falta de presencia— de la verdad en la ficción:
«El ataque de la ficción no tiene vetada ninguna emoción o estado de ánimo humano, no hay canon de reserva o piedad que deba ser respetada. ¿Por qué debería haberlo? Después de todo, el hombre no está diciendo la verdad. Solo está escribiendo ficción. Mientras la escribe, su mundo sacará de ella tanta verdad o placer como el que requiera el momento».
Kipling retoma el tema de la verdad y la escritura en su ‘Discurso a autores canadienses’ pronunciado el 12 de julio de 1933 de nuevo en la Real Sociedad Literaria. En este caso, tenemos la oportunidad de poder ver y escuchar parte de este discurso:
«Entre nosotros, creo que esta es una ocasión en la que podemos sentirnos un poco orgullosos de nuestra profesión. Sabemos que, después de que todos los hombres que hacen cosas las hayan hecho y los hombres que dicen cosas sobre lo que hacen las hayan dicho, son las palabras y solo las palabras las que perviven para mostrar al presente cómo y con qué ánimo vivieron y trabajaron los hombres en el pasado.
Y no sabemos qué palabras serán. Esa es una de las razones por las que no puede haber ni primeros ni últimos en el reino —puesto que no es una república— de las letras.
Nosotros, que usamos las palabras, disfrutamos de una peculiar ventaja sobre nuestros semejantes. No podemos contar una mentira. Por mucho que lo deseemos, somos los únicos hombres y mujeres cultos que no podemos contar una mentira en nuestras horas de trabajo. Cuanto mayor sutileza utilicemos para intentarlo, con mayor seguridad traicionaremos algún aspecto de la verdad relativo a la vida de nuestra época.
Nos ocurre lo mismo que a la madera. Cualquier nudo o movimiento en un tablero muestra alguna patología o daño que afectó al tronco cuando estaba creciendo. Un señor llamado Jean Pigeon, que me construyó una casa de madera, lo resumió en pocas palabras. Dijo: «Cualquier cosa que un árbol haya experimentado en el bosque lo llevará a la casa». Esa es la norma para todos nosotros, cada uno en su propia tierra».