El arte de la frase
«Con la sensación de que no le gustaba pensar eso de él, y preguntándose si alguien habría adivinado por qué se había enfadado repentinamente cuando estaban hablando de la fama y de los libros que perduran, preguntándose si los niños se estarían riendo de eso, ella sacudió el calcetín y los mejores anhelos se dibujaron en sus labios y en su frente como si hubieran sido esbozados por instrumentos de acero, y se quedó quieta como un árbol que el viento ha estado zarandeando y sacudiendo y, cuando cesa la brisa, vuelve, hoja por hoja, a la calma».
Virginia Woolf, Al faro
Virginia Woolf dice en su diario que escribir consiste en colocar palabras sobre la espalda de las rimas. La frase que aparece arriba es esa idea en acción. Hay tres cláusulas dependientes antes de que el sujeto aparezca; después de la cláusula de sujeto, la cláusula que algunos consideran esencial, aparecen tres cláusulas sucesivas que siguen modificando el sujeto. Las tres cláusulas dependientes son todas actividades mentales: «no le gustaba», «preguntándose» y «preguntándose». Las últimas tres cláusulas se fundamentan en lo físico: «los mejores anhelos se dibujaron en sus labios», «se quedó quieta», «y… vuelve». Las tres primeras cláusulas se organizan —en su versión original— en participios: «no le gustaba», «preguntándose» y «preguntándose». Las tres últimas cláusulas se organizan mediante esa conjunción tan eficaz «y»: «y los mejores anhelos», «y se quedó quieta» y «y cuando cesa la brisa». Todo esto significa que, a ambos lados de lo fundamental, la frase está tan organizada como retorcida.
Es increíble el hecho de que el centro de la frase sea simplemente la cláusula «sacudió el calcetín». Todo lo que la precede y lo que la sigue es mera elaboración. Un escritor diferente a ella hubiera escrito simplemente: «sacudió el calcetín». Pero se trata de Woolf. Y hay que decir que la propia frase representa lo que la señora Ramsay está haciendo en esa frase: está zurciendo un calcetín. La frase en sí misma, por tanto, forma parte de lo tejido. Es más, «sacudió el calcetín» indica la única coordenada concreta en un momento que, de lo contrario, resultaría muy fluido y que está sucediendo en la mente. En las tres primeras cláusulas estamos en el plano del pensamiento; en las tres últimas estamos en el plano de la metáfora. La señora Ramsay comienza en la inquietud y termina en flagrante poesía. Y en medio de todo esto, la sencillez de lo que está haciendo en realidad: «sacudió el calcetín».
Fuente: TinHouse, Rick Barot
Traducción: María Hurtado