Entrevista a Jorge Alemán
Jorge Alemán (Buenos Aires, 1951) entró en el psicoanálisis literalmente a porrazos. A los 14 años unos niños le pegan brutalmente para arrebatarle su escudo del Boca, «ni mi vieja me reconoció», recuerda. Eso le hizo preguntarse por el por qué del atractivo de la violencia y por la capacidad movilizadora de los liderazgos. De ahí llegó a Freud y al psicoanálisis.
En los años 70 milita políticamente en la Juventud Peronista, además de dar clases de Freud y Marx a empleados de comercio. La represión y la desaparición de varios de sus compañeros le fuerzan a exiliarse muy joven. Aunque todo lo vivido hacía que, a pesar de contar sólo con 25 años, «en realidad tuviera muchos más». El exilio supuso un desarraigo existencial: «Los argentinos éramos intraducibles. Los chilenos y los uruguayos eran socialistas, pero en nosotros comenzó un exilio mucho más radical porque había una incógnita sobre la naturaleza de nuestra militancia», explica Alemán durante la entrevista.
Así recaló en un Madrid que acababa de enterrar a Franco. Concretamente en el barrio de Malasaña, en cuyos cafetines —el Parnasillo, el Café Ruiz o La Manuela— asiste a las tertulias de Agustín García Calvo, Sánchez Ferlosio, Fernando Savater o Leopoldo María Panero. «Leopoldo tenía la lucidez de la locura y en cierta forma anticipó la crisis de la izquierda», señala el psicoanalista.
Jorge Alemán fue además, durante más de 12 años, agregado cultural de la Embajada argentina en España. Sobre la experiencia del kirchnerismo valora: «La izquierda clásica sigue diciendo que no se superó el modelo extractivista y no se tocaron las estructuras profundas del capital. Pero, ¿a cuántos tendríamos que haber matado? Y, ¿cuántos tendríamos que haber vuelto a morir?, esto es lo que no añaden nunca en el análisis».
Finalmente sobre la irrupción de Podemos, de la que ha sido testigo privilegiado, y desde su formación freudiana, indica: «Podemos más que el resultado de una crisis orgánica es el retorno de lo reprimido». La extrañeza de las élites se debe a que «ven en ustedes lo que creían haber matado del todo», concluye.