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«Estamos en la época de la victimización generalizada». Entrevista a María Navarro en Diario Sur

«Estamos en la época de la victimización generalizada». Entrevista a María Navarro en Diario Sur

La experiencia analítica busca mitigar el sufrimiento y descubrir más de uno mismo. María Navarro, miembro de la Escuela Lacaniana de psicoanálisis y de la Asociación Mundial de psicoanálisis, llegó a Málaga en 1965 desde Argentina, donde se dice que hay más psicoanalistas y escritores que en ningún sitio. Por eso, quizá, también es poeta. De hecho, su relación con la poesía le abrió el camino al psicoanálisis. Es además codirectora editorial de Miguel Gómez Ediciones y de las colecciones de la misma editorial, Ítaca de pensamiento y psicoanálisis y Capitel de poesía, entre otras funciones de esta mujer inquieta

–De una manera u otra todos tenemos problemas y podemos sentir que la vida no funciona como debería, ¿es la humanidad actual carne de psicoanalistas?

–Nadie es carne del psicoanálisis salvo que haya un deseo de hacer con el sufrimiento algo más interesante que deprimirse o instalarse en la queja del «se me va la vida».

–Pero se nos obliga a ser felices

–Sí, es una exigencia casi institucionalizada ya que el imperativo de ser feliz es algo que encontramos por todas partes. La paradoja es que al contrario de lo que promete, esa exigencia lleva a muchas personas a considerar que se puede conseguir todo, que tenemos derecho a todo, y que no es responsabilidad nuestra el gestionarlo.

–¿Echamos balones fuera?

–Mire, cada vez es más usual que un paciente venga a exigirte que lo cures, sin plantearse qué tiene que ver él con lo que le está ocurriendo. El Mercado está ahí para solucionarlo ‘todo’. Es particularmente visible en los jóvenes. Estamos en una época de victimización generalizada

–Para usted cuáles son los malestares evidentes del sujeto actual

–Además de la creencia de que los objetos nos llevarán a la felicidad, el verdadero malestar es que somos seres hablantes que tenemos que tomarnos mucho trabajo para saber quiénes somos. Es muy difícil saber quién soy yo, cuál es mi deseo.

–El eterno dilema entre la realidad y el deseo…

–Sí, porque el objeto del deseo no se encuentra en la realidad común, sino en el fantasma individual. El sujeto cree que quiere lo que desea, que esa es la realidad pero no siempre es así.

–En nuestra sociedad crece de un modo alarmante la ansiedad, la depresión… vamos, las enfermedades relacionadas con la mente.

–Cada vez hay más depresión y ansiedad y aunque el dolor, la frustración y la angustia son manifestaciones que estuvieron siempre, la manera sintomática de responder de las personas va cambiando con las épocas y actualmente estamos bajo un nuevo imperativo que lo atrapa de una manera alarmante y es la exigencia de satisfacción.

–¿Se pueden descifrar los secretos traumáticos de nuestra mente?

–Se puede construir el camino de lo que uno es y de lo que no va a cambiar, y en ese recorrido —donde siempre está el enigma—, el secreto que uno no sabe que sabe van cambiando muchas cosas, pues la persona se va a ubicar de una manera diferente al sufrimiento, ya sea en el orden del dolor, del amor, de la angustia del ser…

–Vamos que en una sociedad tan inmediata como la nuestra con esta crisis de identidad necesitamos reencontrarnos a nosotros mismos.

–Sí, claro, pero el discurso imperante colapsa eso. Además no hay una identidad estática, fija, se construye.

–Siempre ha ocurrido, ¿no?

–Forma parte del discurso cotidiano, podemos verlo en la educación, donde funciona de una manera alarmante el tratar de catalogar cada vez más las conductas de niños y jóvenes para predecirlas y reeducarlas. O en las relaciones amorosas, o en la vertiente laboral…

–Un mundo complejo

–Sí, hay un intento de domesticar el deseo, y eso no es posible por lo que a más malestar más categorías de remedios que no tienen en cuenta la singularidad de cada sujeto.

–¿Cómo percibe los constantes cambios del mundo virtual?

–Vivimos en la época del Gran Hermano. Paradójicamente es la época de la incomunicación; estar ‘conectado’ no significa comunicarse, todo lo contrario. Además se ha convertido en instrumento de poder.

–¿Y cómo afecta lo virtual a lo real?

–Estamos en la sociedad del espectáculo, que vemos plasmado en multitud de escenarios y pantallas, donde se refleja desde la banalización de la corrupción hasta la muerte, las grandes catástrofes, el sexo y la violencia en directo. Además son factibles de ser filmadas por el ciudadano corriente, transformándose en directores de su propia película.

–Un mundo repleto de frustraciones y fantasmas

–Sí, pero se puede elegir: quedarse ahí o hacer algo que lo atraviese. Los sujetos se quejan de la frustración pero no quieren desprenderse, así como así, de sus fantasmas.

Miguel Ángel Oeste, Diario SUR