Pasen y lean: ‘Las mujeres y la literatura’ en el Ateneo de Málaga
Extracto del libro, cedido por La Dragona
«Ustedes, que vienen de una generación más joven y feliz, quizás no hayan oído hablar de ella, tal vez no sepan a lo que me refiero con «El ángel del hogar». La describiré de la forma más breve posible. Era sumamente comprensiva. Era enormemente encantadora. Era absolutamente generosa. Destacaba en el difícil arte de la vida familiar. Se sacrificaba a diario. Si había pollo, elegía el muslo; si había corriente, ahí se sentaba ella. En resumen, se conformaba hasta tal punto que nunca tenía pensamientos o deseos propios, sino que siempre prefería satisfacer los pensamientos y los deseos de los demás. Ante todo —y no tendría que decir esto—, era pura. La pureza debía ser su principal belleza, su rubor, su gran gracia. En aquella época —los últimos días de la reina Victoria— toda casa tenía su propio ángel. Y cuando empecé a escribir, lo encontré en las primeras palabras. La sombra de sus alas cayó sobre mis páginas; escuché el murmullo de sus faldas en la habitación. Me refiero a que en cuanto agarré la pluma para reseñar aquella novela de un hombre famoso, se deslizó detrás de mí y susurró: «Querida, eres una mujer joven, estás escribiendo sobre un libro escrito por un hombre. Se comprensiva, se delicada, halaga, engaña, usa todas las artes y las artimañas de tu sexo. Nunca dejes que nadie sepa que piensas por ti misma. Sobre todo, se pura». Y fue como si ella guiara mi pluma. Mencionaré ahora el único acto por el que me atribuyo méritos, aunque en realidad el mérito pertenece a una de mis excelentes antepasadas, quien me dejó una cierta cantidad de dinero —¿podríamos decir unas quinientas libras al año?—, por lo que no necesitaba depender exclusivamente de mi encanto para vivir. Me giré hacia ella y la agarré del cuello. Hice todo lo que pude para matarla. Si hubiera tenido que presentarme frente a un tribunal, mi excusa hubiera sido que actué en defensa propia. Si no la hubiera matado yo, me hubiera matado ella a mí. Me hubiera arrancado la esencia de mi escritura. Porque, en mi opinión, en cuanto pones la pluma sobre el papel, no puedes siquiera reseñar una novela sin tener ideas propias, sin expresar tu verdad sobre las relaciones humanas, la moralidad, el sexo. Y, según el ángel del hogar, las mujeres no pueden tratar todas estas cuestiones libre y abiertamente. Para tener éxito, debemos cautivar, conciliar; sin rodeos, debemos mentir. Así pues, cada vez que sentía la sombra de sus alas o el resplandor de su halo sobre mis páginas, cogía el tintero y se lo lanzaba. Era difícil de matar. Su naturaleza ficticia le era de gran ayuda. Es mucho más difícil matar a un fantasma que a una realidad. Siempre que creía haberla despachado, volvía lentamente. Aunque me halagaba a mí misma porque a fin de cuentas la había matado, la lucha era intensa; me llevó tanto tiempo que hubiera sido mejor emplearlo en aprender gramática griega, o en deambular por el mundo en busca de aventuras. Pero era una verdadera experiencia, una experiencia que, al parecer, acontecía a todas las mujeres escritoras en aquel tiempo. Matar al ángel del hogar era parte de la ocupación de una escritora».
Más Woolf que nunca
El pasado 28 de mayo el Ateneo de Málaga acogió la presentación de Las mujeres y la literatura, de Virginia Woolf. La escritora londinense, que se sigue mostrando sin duda como un claro referente del movimiento feminista, reivindica en este libro el papel de la mujer escritora. Y un buen ejemplo de ello es esta colección de ensayos (publicada por primera vez en 1979 en su versión original, Women and writing) en la que nos ofrece una valoración única de varias escritoras como Aphra Behn, Mary Wollstonecraft, la duquesa de Newcastle, Dorothy Richardson, Charlotte Bronte, Jane Austen o Katherine Mansfield, entre muchas otras.
Como comenta la Coordinadora editorial y traductora del libro, Marta Gámez, «destacaría el hecho de que, como comenta Laura Freixas en el prólogo del libro, la faceta de Virginia Woolf de ensayista es quizás la más desconocida, y con obras como esta se demuestra su maestría en este género. Además, el hecho de que encontremos similitudes entre algunas de las afirmaciones que lanzaba Woolf en aquella época con situaciones actuales, hace que sea necesaria la difusión de este tipo de obras —tanto para la concienciación de las generaciones más jóvenes, como para poner de manifiesto la situación actual de la mujer, en general, y en mundo del arte y la cultura, en particular—».
Como finaliza Laura Freixas en el prólogo: «A nosotras, sus herederas, nos corresponde intentar avanzar un poco más por ese camino».
Las mujeres y la literatura (Virginia Woolf)
172 págs. Miguel Gómez Ediciones
Prólogo Laura Freixas
Traducción de Marta Gámez y Violeta Sánchez
Vicky Molina, Ateneo de Málaga